Las decisiones grandes traen angustias grandes. Aquí estoy, seis meses después de subir a un avión rumbo a Estados Unidos, evaluando futuros posibles con un microscopio.
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Un “neoterm” ocupa ahora mi vocabulario…. No se si la palabra “neoterm” sea original, tengo serias dudas porque creo haberlo leído en el libro “1984”. De todas maneras, el término que vino a ampliar mi vocabulario es “Exilio Económico”.
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Esta frase se aplica a aquellos de nosotros que dejamos nuestros países por una persecución económica. Es decir, Teníamos talento, capacidades y ganas, pero un salario nos secuestraba la voluntad de seguir adelante profesionalmente.
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Por eso escapé de lo que más amaba…
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Vine por dinero y no lo he conseguido. Me gustaría regresar, pero soy terco. Me quedo un poco más hasta ver que pasa. La soledad es inmensa. Llegué en primavera, sufrí el verano calcinante y aunque los vientos fríos de estos últimos días presagian un otoño favorable, yo sigo aquí con cara de invierno.
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¿Me encontrará el otoño del año entrante todavía en el exilio económico?
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Pinté una casa y me pagaron mal. Actué como extra en una telenovela mexicana y conocí la gloria fugaz. Empaqué flores durante un mes en una nevera más grande que un club deportivo y entendí lo que siente un tallo de apio en la gaveta de las verduras. Recibí huéspedes en un restaurante de Disney World y supe de Mickey Mouses sin cabeza que fumaban a escondidas de los niños. Entré de vendedor a un canal de televisión regional y los bolsillos se me llenaron de polillas. Ahora, estoy en un periódico hispano y… (Este espacio queda para ser llenado en el futuro en consideración a mis actuales empleadores).
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Me faltan por lo menos cinco kilos de peso. La sonrisa que nunca fue mi arma más usada, ahora ya ni aparece por las esquinas de mi boca. La familia me duele profundamente aquí en el pecho.
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Busco hace tiempo una respuesta…
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Existirá algo llamado sueño americano o será solo el movimiento involuntario de los párpados que se cierran sobre el cansancio.
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Spanglish NostálgicoExiste un tipo de inmigrante que nunca dejó su país, su cuerpo físico está en los Estados Unidos, pero su corazón sigue en su tierra. Sin importar su estatus legal, este tipo de inmigrante lleva una bandera y una añoranza dentro de sí. No importa si los años cubrieron de polvo el recuerdo. No importa si su conversación se entremezcla en un Spanglish disparatado. Ni siquiera importa que regresar sea más difícil que permanecer. Este inmigrante todavía recuerda una mañana pintada con los colores de sus primeros años. Sus costumbres huelen a cocina tradicional y saben a frutas imposibles. Los tonos de su oído resuenan en otra escala musical. Las calles de su piel todavía las recorren amores lejanos. Uno que otro pájaro migratorio llega al puerto de su mente en una algarabía que suena a libertad. La sangre de este inmigrante alcanza la temperatura justa del licor de su primera juventud y los primeros regaños quizás tengan la voz de una tía que no ve hace décadas.
Este inmigrante hace fila detrás de usted en el “supermarket”, conduce junto usted a través del “toll”, incluso, ve las mismas películas que a usted le gustan en el “cinema”.
Si por casualidad, su mirada de nostalgia se cruza con la suya esta semana, sonríale sin temor, tómese un par de segundos y con mucho cariño dígale con sus ojos: “ya lo sé, hermano, yo también me siento así”.
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CARLOS EDUARDO VÁSQUEZ - Colombia
http://escritoscotidianos.blogspot.com/
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Carlos Eduardo Vásquez, es también autor de los relatos: "Un libro sobre mí mismo", que aparece en esta misma galería, y de "El preso, la prisa y la prosa", que puede leerse en, Linde5-otro enfoque (Contra el abandono y el maltrato animal).