sábado, 31 de marzo de 2007

El niño


"El lugar es pequeño atiborrado de escritorios y sillas de madera de oscuro barniz. No parece haber paredes pues una atmósfera gris circunda el lugar.

Estoy sentado en una de las tantas sillas, al costado de uno de los escritorios, a unos metros -en diagonal hacia la izquierda- una persona está sobre uno de ellos, proclamando un alegato. Soy el único presente... soy su único público.

Él es muy joven... mucho más joven que yo, viste Jean y camisa a cuadros, de cabello ensortijado aunque recortado en la nuca. Veo sus pies blancos ya que estaba descalzo.
Su lenguaje es culto, aunque se le nota turbado por cargados pensamientos. Pero dispuesto a dilucidar, a explicar y hacerme comprender para que recapacite.
El sitio está colmado de máquinas y aparatos electrónicos. Veo a mi lado un mudo teclado -ya que carece de símbolos- detrás de una pantalla en la cual puedo observar algo escrito que consigo deducir pero no recordar. El joven me sigue hablando de un niño prodigio, sus grandes verdades y la avidez del mismo en transmitírmelas. aunque consideraba que no llegaría fielmente a comprenderlo y lo turba esta situación profundamente.

De pronto el joven enmudeció. Miro a mis pies, ahora yo también estoy descalzo.

Un niño aparece delante de mí, de enrulados cabellos, pantalón corto, medias oscuras y zapatos negros. Su vestimenta es similar al clásico uniforme de colegio.
Su rostro transmite paz, su figura inocencia y pureza.
Me observa, me habla con su mirada, pero tampoco lo puedo comprender. Descubro que su verdad se pierde al final de cada frase, se distorciona derritiéndose, marchitándose y muriendo.
Detecto que es la bulla la que evita que lo entienda. Ella es la que mata su mensaje. La misma que me aturde por siempre y que me somete educando. Revelo su origen ya que detecto una radio encendida a todo volumen y la apago con una decidida mirada. Es semejante a una que había poseído y descubro muchas otras que también ahogo, reconociéndolas similares a la que alguna vez he tenido. Y vuelvo a encontrar otras tan o más chillonas, de otros formatos, todas análogas a aquella.Intuyo que debo cegarlas absolutamente a todas y así poder comprender al niño. Lo logro, pues consigo acallarlas a todas.

El joven se mantiene estático observándome, mas el niño -ahora elevado unos centímetro del piso- me sonríe satisfecho y el sueño se va lentamente desvaneciendo. Aunque antes conmovido descubro que la imagen del niño surge del espejo que siempre estuvo de cara a mí".

Adelanto de la primera entrega de la novela Man_siete_esferas (siete esferas).

Guzsergi - Rosario, Argentina.
http://www.soloparacorazonesultrajados.blogspot.com/
N/C

Imágenes de la muerte


Un silencio negro perfuma la espera... allá lejos algo se mueve

El cuerpo estacionado entre las sabanas, atrapado por un enjambre de tubos, iluminado por el pulso de esa luz que parpadea lento... un silbido rompe la monotonía de lo que ya nunca volverá a cambiar.Los ojos apuntando hacia arriba, mirando el vacío... siendo parte de la nada

Todas las dudas, todos los sueños, todas y cada una de las incertidumbres que me gobernaron, todos los miedos que me templaron, todos los caminos que me extraviaron; todo lo que fui, todo lo que alguna vez pude haber sido... todo se estanca y se pervierte con este calor insostenible que me penetra... el pedazo de plomo se va sin despedirse, y se va con un pedazo de mí como ultimo premio, como razón de existir... como una terrible excusa

Puedo ver mi pecho cuando sube y nada más.Una extraña sensación de paz me adormece.Ya no quiero pelear, un cansancio antiguo me invade; algo que no distingo me llama... ya no estoy en mi cuerpo... todo se define, por fin, despues de tanto sufrir, el tiempo se detiene... y yo me muevo
La luna se reflejo en el acero del puñal antes de que el filo se hiciera huésped de mi carne, como un visitante lejano, ajeno e inesperado... el calor de la sangre, el frío de la calle, la angustia de no entender y todas las imagines que se arremolinan en mis ojos para que no se me escape el recuerdo... quedo, en la ultima bocanada, el alivio del final y el desprecio de esa ultima gota de aire que se negó a entrar...

Se enciende una luz al final del túnel... mis pies me llevan hacia ella con un gesto mecanico, no entiendo la razon, pero no me puedo detener, mi cuerpo ya no me pertenece... este quiebre es apenas un cambio en la mision, un atajo o una inevitable consecuencia... alguien me invita a pasar a un lugar desconocido... ahora, definitivamente soy habitante del recuerdo.

Pablo Díaz - Colonia, Uruguay.

Nuestro mundo nos da esa luz

NUESTRO MUNDO

Es un espacio de nuestra intimidad y de nuestro momento.

Es la sonrisa de cualquier hora y la alegría de despertar
luego de embriagarnos de nosotros mismos.

NUESTRO MUNDO
Son palabras por querer entregar lo mejor de nosotros.
Donde se han vivido días multicolores o de aquellos claro
oscuros que van seduciéndose ante el espacio vacío.

NUESTRO MUNDO

Es volar más allá de la imaginación.
Es el escuchar a través del silencio,
nuestros más profundos sentimientos.

NUESTRO MUNDO

Es luz, es entendimiento, es un aprender a compartir.
Es algo así como vivir el cuento fantástico
de dos protagonistas que bailan al compás de una melodía
que cantan los corazones trasnochados.

AL FINAL NUESTRO MUNDO

Nos ha enseñado que el amor es una emoción
tan completa que compromete tu ser entero.

Es haber aprendido lo importante ser parte de otra persona.

Porque el amor es entusiasmo es compartir, es verdad, es unidad.
Porque el amor da vida a tu cuerpo, ternura a tu alma
y belleza a tu vida.
Es salir de nuestro mundo para viajar a otro.
Es ir a compartir un nuevo mundo lleno de luz y amor
-o-

Jaimie Bejarano - West Palm Beach, Florida, Estados Unidos.
N/C

martes, 27 de marzo de 2007

Un loco bajo la lluvia



Ayer por la tarde salí a caminar. Fue una típica tarde de julio post-veranillo. De esas con mañanas de sol calcinante y tardes de diluvio, o en las que se cumple aquello de “mañana oscura, tarde segura” (segura de qué? …ni idea). Por lo tanto no me extrañó en lo más mínimo que a mitad de camino se regara medio cielo sobre mi cabeza, con goterones tan fuertes que golpeaban.Sin embargo, esta vez no despotriqué contra la lluvia (a pesar de que me ando mojando por voluntad propia, siempre termino maldiciendo porque me mojo y se me empozan los zapatos). Ayer me quité los lentes, saqué la greña del gorrito que la cubría, y dejé que la copiosa lluvia, de goterones tan fuertes que golpeaban, me mojara el pelo y me chorreara por la cara. La ropa se me puso pesada y los zapatos se inundaban cuando pisaban los charcos. Pero nada de eso me importó. Ayer, por primera vez en mucho tiempo, disfruté la experiencia de mojarme.Eso me hizo recordar un añejo episodio de niñez, la primera –y creo que fue la única– vez que fui llevado a “la dirección”, estando en el kinder. La terrible falta: jugar bajo el aguacero y llegar empapado a clase. Me pregunté por qué privarán a los niños desde tan corta edad de disfrutar esas cosas tan simples y tan ricas, como jugar bajo el agua o explorar la tierra con las manos o acariciar al zaguate desnutrido de la esquina o simplemente demostrar un poco de afecto genuino a alguien. Y son estas pequeñas cosas las que le dan sentido a la vida.Y a propósito de eso, como dijo Merilee S. Grindle refiriéndose al PIB:
“el producto nacional bruto no toma en cuenta la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación, ni el gozo en sus juegos. No se incluye en él la belleza de nuestra poesía, ni la solidez de nuestros matrimonios, la inteligencia de nuestros debates públicos, ni la integridad de nuestros funcionarios públicos. No mide nuestro ingenio, ni nuestra valentía, tampoco nuestra compasión o nuestra devoción a la patria; en pocas palabras, lo mide todo, menos todo aquello que hace que valga la pena vivir la vida”
Por eso, ayer no me importó si los ruedos de mis pantalones se ponían pesados por el agua, si mis pies nadaban dentro de las tenis, si la ropa iba a durar una eternidad secándose por falta de sol, si el precio de mi travesura iba a ser una gripe asesina, si la gente me miraba raro por la calle, como si estuviera loco… En cierta parte ayer fui un poco más loco que de costumbre. Un loco que camina bajo la lluvia. Pero fui un loco feliz. Y eso es todo lo que importa.
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Esteban Alfaro Moscoso - Costa Rica.
N/C

miércoles, 21 de marzo de 2007

La vida sobre ruedas



Ricardo me pidió un cuento, pero, como no tengo ninguno conmigo, optó por una reseña de mi libro, La vida sobre ruedas.

Desde que fue publicado, no ha dejado de sorprender a los lectores a donde quiera que vaya. Quizás porque reflejo la vulnerabilidad de un ser humano, al tener que enfrentarse a un accidente que lo deja confinado a una silla de ruedas.
Los pensamientos, los sueños y la esperanza cobran un nuevo matiz en la mente de Sebastián, el protagonista de la historia, un joven de apenas 17 años, que de un día para el otro ve desvanecido su futuro lleno de gloria. Y que ahora, en su nueva condición, su destino se muestra incierto. Sin embargo, irá descubriendo que la vida es y sigue siendo lo que siempre fue para él; una fuente inagotable de emociones, fracasos, conquistas personales y espirituales.

Situaciones jocosas, inesperadas, y el amor como base principal, jugarán un papel importante en la historia. Natalia, el gran amor de su adolescencia siempre estará presente, todos los días, aunque no estén unidos corporalmente; ella, con su poder inigualable de tansportarse de un lugar a otro, nunca lo abandonará. En cada noche fría, mientras él convive con la soledad y la escasez de recursos económicos, sentirá su calor en un abrazo inimaginable.

"Todo tiene una razón en esta vida, de lo contrario no tendría sentido". Son las palabras que su padre solía repetirle, y que él guardaba en lo profundo de su corazón para continuar adelante.

Con "La vida sobre ruedas" he recorrido varios países: Perú, Uruguay, Argentina, y ahora España, y me han recibido en Instituciones, Universidades, Colegios, Centro Sociales, Iglesias, llevando el drama de Sebastián a todas aquellas personas que en el conjunto, somos una sola.
El periodista peruano Héctor Alva Centurión, en esta frase resumió el contenido de mi obra: "Un mensaje de vida y esperanza que traspasa las fronteras".

Rubén Rivera Flores.
rubenn35@hotmail.com

Visitar: Fundación Artistas Discapacitados
www.artistas.org.ar (Sección literatura)

sábado, 10 de marzo de 2007

El poeta del aire

El carnicero era un amante de las cosas etéreas, aunque cada día tuviese que cortar contundentes masas musculares y hundir sus manos en el ganado. Había descubierto mundos sutiles fundidos en la inspiración y en la espiración del aire. Ámbitos delicados, poéticos, trascendentes. Puros, filosóficos, metafísicos.
No se cansaba de comentar a sus clientes las propiedades transformadoras del oxígeno, los poderes ocultos del hidrato de carbono y la delicadeza perceptiva de la retención del aire, mientras aserraba alguna columna vertebral o acuchillaba un muslo.
En su barrio empezaron a dudar de su cordura y a comentar que, debido a su oficio, se había contagiado del mal de las vacas locas. En el bar “Noche y Día”, en cambio, atribuían sus rarezas a esos parches que se ponía en la nariz para respirar mejor.
Su esposa se entregó a turbias sospechas sobre todo a causa de sus escapadas nocturnas, aunque los vecinos le aseguraron que nunca lo habían visto en las pistas de baile ni en los lupanares, tampoco en los clubes de alterne ni en las saunas, menos aún en los bingos o en los campos de fútbol. De algo estaban todos seguros: nunca acudía a ningún local público ni privado.
Don Carnal se limitaba a recorrer la costanera, a respirar cada noche el aire puro de los álamos y del río.
Su esposa apuró las graves decisiones un Viernes Santo, cuando él llegó a las tres de madrugada.
"Querida, no pienses mal, créeme, sólo salgo a respirar el vapor de las estrellas", le explicó por enésima vez él, con voz tierna.

Pero no le sirvió de nada.
Un juez necio y sin sensibilidad falló en su contra en la vista oral de divorcio. Y poco después emigraba a una región remota con el aire más puro de la tierra y en donde incluso los ángeles danzan llevados por la brisa.
Cuando le presentaron al Gran Lama, éste le explico que entre los monjes los síntomas que él mostraba eran conocidos como lung o mal del aire, propio de los grandes meditadores que se pasan años recitando mantras en las remotas cuevas del Himalaya. Y le dijo que podía ayudarlo a curarse. Pero Don Carnal no quiso.
Así era feliz. Había aprendido a respirar poesía.
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Mónica Sabbatello - Barcelona, España.
N/C

jueves, 8 de marzo de 2007

Conversación entre Borges y Cortazar en el infierno.


Edgar Poe, junto a Satán, sonríe viendo a través de la ventana cómo en la sala contigua Cortázar y Borges hablan acerca del cuento. El primero dice que su cabeza estalla cada que va a escribir uno, que un coágulo de materia informe se instala en su mente y no puede descansar hasta deshacerse de la obsesión por quitárselo. Borges hace cara de aprobación y le dice al otro que cuando uno ve una sola cosa, esa cosa única es absoluta, para vos los cuentos son la moneda de veinte centavos, y Cortázar responde que no vale citar a Chesterton, en el infierno la fama equivale a 300 latigazos. Va, qué importa, si ya todos estamos latigados y la carne se acostumbra, dice el viejo al leucémico. Y qué de los cuentos, nunca me sentí escritor de alguno, yo no era más que un colador en el que se estanca la mierda y el agua ya menos sucia seguía fluyendo, dice Julio sentándose de nuevo en la pila de discos de jazz. Y vaya colador que fuiste, se te nota en la cara que toda la mierda se quedó en vos. Gajes del oficio. Gajes de la marihuana. Del oficio te digo. Ya ves que nosotros no escribimos sin perversiones, somos los medios, amanuenses de algún boludo del más allá o más acá que se cree cuentista. Demiurgos decís, somos el canal por donde esa masa logra filtrarse a esta realidad. A qué llamas realidad vos, yo lo que veo es un mundo cada vez más desconocido, bueno, ahora que estamos aquí, dentro de nosotros, la cuestión es menos triste, aquí nos olemos. Este es en verdad el mejor lugar para escribir un cuento, pero el calor y la penumbra me sacarían los ojos antes de escribir plaff; Jorge, te imaginás qué hicimos mal para estar acá. No sabés que la señora de la registraduría nos odia. Ah sí, la misma que me dijo que Cortázar era un señor de pelo blanco. Ésa, cada quien a su castigo, pero a ella le tocó la mejor parte, en su vida fue editora. De cuál editorial. No recuerdo. A qué autores publicó. Ahí va el punto, ese plagiador de Coelho que a veces viene a latigarme él mismo. Ya veo, si hubiéramos escrito como él estaríamos con ángeles y flores. Puaj, para mí mejor estar aquí y recibir estos fustazos que arriba con ese contentillo blancuzco y amarillento de la conformidad. Escribieron que los cronopios eran inmortales, va que me morí y lo inmortal fue lo escrito. Eso es lo que vale, llegamos a vivir y estamos de paso. Te cuento lo que pensé leyendo el Quijote. Dale. Que los hombres existen para leerlo y morir sabiendo que ese libro va a seguir cumpliendo centenarios. Como todas las cosas, mirá que en unos años nadie leerá a ese Paulo, y así lloremos del dolor, el imbécil vomitará las frutas. Ahora creo que el cielo es para los mediocres. Lo es. Pero vos hablabas mucho de Dios, que era esa imaginación infinita. Y qué, ahora Dios no existe, si es que alguna vez lo hizo en la Tierra. Dios es un mal cuento, maula, un cuento breve muy largo. Y evidente, no hay nada mágico en él más que el nombre, no es real, pertenece al imaginario de los hombres, pero qué hombres tan poderosos. Te volviste ateo en las llamas. No, en las llamas me volví ateo. Ah, Quiroga. Bah, Quiroga, Camus, Chesterton, Schopenhauer, Baudelaire, Montaigne, Sartre, vos, yo, a quién le importa, somos el mismo y somos nadie, cada loco con su puta. O con su mate.
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Jonathan Torres - Colombia.
N/C

miércoles, 7 de marzo de 2007

Paaaco...


“PAAACO-leván-ta-te-ques-tarde”.Con un pañuelo cubrieron la jaula por hacerle callar.
Había llegado volando desde no se sabe dónde hasta la ventana, una tarde de septiembre. Por entonces, ya hablaba y repetía: “calla-co-ño-calla”. Con unas cuantas pipas quedó resuelto el tema de la adopción y con tiempo y paciencia que dejara de mencionar lugar tan concurrido.

Y se aprendió el lorito, a fuerza de oírla, una frase de la mujer que le dio por entonar (no sin indignación creciente por parte del aludido) cada mañana en cuanto clareaba la luz del día a través del enjaretado: “PAAACO-leván-ta-te-ques-tarde”.

- ¡Calla cretino!. ¡Voy a comprar un gato!Pero el ave no se amedrentaba: “PAAACO-PAAACO-questaar-de”.

El silencio se deslizó por la estancia tropezando sólo con el aletear de un loro disconforme con el telón. Algunos labios se apretaban por contener la risa. Eso suele pasar cuando hay muertos: que la vida hiere y se confunden el frío y el calor.

Paco se había despertado esa madrugada con un fuerte dolor en el pecho que le quebró el habla. Y se fue así, sin pedir permiso a la familia y por orden del Dios Padre, para siempre, sin retorno. El loro, cansado de bregar en la oscuridad, enroscó su cabeza y se durmió.
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Mar Alba - Barcelona,España..
N/C

El nacimiento del arco iris


Hace mucho, mucho tiempo, en la espesa selva verde esmeralda habitaban unos pequeños animalitos que provocaban la admiración de todos aquellos que tenían la suerte de poder verlos. Eran siete magníficas mariposas, todas diferentes, pero cada una con sus alas pintadas de un color brillante y único. Su belleza era tal, que las flores de la selva se sentían opacadas cada vez que las mariposas revoloteaban su alrededor.


Eran inseparables, y cuando recorrían la selva parecían una nube de colores, deslumbrante y movediza. Pero un día, una de ellas se hirió con una aguda espina y ya no pudo volar con sus amigas. El resto de las mariposas la rodeo, y pronto comprendieron que la profunda herida era mortal. Volaron hasta el cielo para estar cerca de los dioses y, sin dudarlo, ofrecieron realizar cualquier sacrificio con tal de que la muerte de su amiga no las separara. Una voz grave y profunda quebró el silencio de los cielos y les preguntó si estaban dispuestas a dar sus propias vidas con tal de permanecer juntas, a lo que todas contestaron afirmativamente.


En ese mismo instante fuertes vientos cruzaron los cielos, las nubes se volvieron negras, y la lluvia y los rayos formaron una tormenta como nunca se había conocido. Un remolino envolvió a las siete mariposas y las elevó más allá de las nubes. Cuando todo se calmó y el sol se disponía a comenzar su trabajo para secar la tierra, una imponente curva luminosa cruzó el cielo, un arco que estaba pintado con los colores de las siete mariposas, y que brillaba gracias a las almas de estas siete amigas que no temieron a la muerte con tal de permanecer juntas.
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Fuente Original: Leyendas de Honduras.
Enfoque y narración: Alberto Zambade - Madrid, España.
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Mi niña de trenzas azules


“Mi niña de trenzas azules”... Así llamaba Arturo a Teresa haciendo alusión a sus enormes ojos azules que, decía, iluminaban todo lo que estuviese cerca de ella. “Mi niña de trenzas azules... y de risa con sabor a melocotón”… Teresa recordaba cuando se hicieron novios y paseaban por los campos recogiendo frutas, riendo, besándose, corriendo uno detrás del otro… En aquellos años en que abandonaban la niñez.Cuando Teresa cumplió los 15 años su padre le regaló una bofetada. Su abultado vientre, debido al avanzado estado de gestación, no pudieron ocultárselo por más tiempo ni ella ni su madre, quien desde que lo supo, lloraba a solas por las noches, suplicando que su hija perdiese a aquella criatura que llevaba en las entrañas.


A los pocos días, Teresa fue enviada a la ciudad, a casa de unas tías suyas. Allí podría tener a su hijo sin que en el pueblo se supiese y la vergüenza y el deshonor destrozara sus vidas. Y en la ciudad nació el hijo de Teresa y de Arturo, el cual por entonces encontró empleo en una fábrica. Las ayudas familiares les permitieron casarse e irse a vivir a un pequeño piso de alquiler. Después llegaron los mellizos, los pequeños aumentos de sueldo y otros pisos de alquiler... Las presiones económicas, los cambios de carácter de Arturo, su más que afición a la bebida… Y las brutales palizas a Teresa.


Ella siempre pensaba que Arturo atravesaba una mala época, que seguro que cambiaría, que tenía que perdonarle... Y con el cuerpo lleno de moratones y doliéndole la vida le preparaba la cena. Después le miraba dormido, y mientras lloraba le acariciaba la cabeza, como si con sus manos tratara de sanar su mente. Algo que había intentado tantas veces de tantas formas distintas.


Aquella noche volvió a repetirse el temido ritual de tantos años: Gritos, golpes y una vez más, la cena. Cuando Arturo se durmió, Teresa volvió a llorar y a acariciarle la cabeza. Se tumbó a su lado y le abrazó. Sabía que Arturo no se despertaría más. Aquella noche, mientras le preparaba la cena, le dolía la vida y le dolía la muerte.
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"Aunque tu mujer haya cometido cien faltas, no la golpees ni con una flor." -Proverbio indio

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Helena Saskya - Sevilla, España.

Olvido


No hay pena más grande que la de sentirse olvidado en un mundo donde unos dominan todo y el resto hacemos lo posible por sobrevivir.
Arte complementario.
El lector mirando la foto escribe la historia, y el artista la concluye con una reflexión.
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Nero - Oaxaca, México.

Dos niños, dos palos, una mar y un sol con afán


La mar iba y venía; los palos llegaban cuando la bajamar cedía, y los niños dejaban las aguas cuando los deberes escolares apremiaban. Y el sol, el otro protagonista de la historia, le decía adiós al puerto para atender un compromiso con el horizonte.
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Víctor Solano - Colombia.

N/C

Un libro sobre mí mismo


Estaba buscando un viejo ejemplar en mi biblioteca. Nada especial. Solo quería un libro entretenido para releer. Digo releer por que al precio que están los libros nuevos uno tiene que volverse reciclador de antiguas lecturas.
De pronto, mi mirada se detuvo frente a un ejemplar de un planificador para una autobiografía. Recuerdo que traje el libro en algún viaje a los Estados Unidos en una época en que quería empezar a escribir mis memorias. El texto se quedó en blanco por que nunca pude ser tan sincero como para volcar mis vivencias y pensamientos en él. Quizás estoy muy joven todavía y me importa mucho lo que el mundo diga de mí.

Una de las preguntas iniciales del libro hace referencia a mi primer recuerdo en la vida. Decidí desarrollar el ejercicio, cerré mis párpados y retrocedí mentalmente en el tiempo: Tengo alrededor de dos años y me veo de pie sobre una silla del comedor mirando hacia abajo, hacia el vidrio. La mesa está junto a un patio interior y el brillo de las nubes se refleja sobre la superficie. Me veo arrobado frente a la magia de la duplicación. Miro arriba y veo la luz de un día de verano, bajo mis ojos y observo una réplica del cielo. Es una deliciosa sensación de vértigo. Siento que el azul intenso me quiere devorar. Quiero dejarme caer sobre el reflejo y vivir la ilusión de nadar en un lago de nubes junto a un sol de hielo…

El hechizo se rompe al conjuro de la voz de mi madre quien se alarma al verme acostado sobre la mesa del comedor…Regreso.

Comentario:
-Como puede uno criticar la inconsciencia de los niños cuando arriesgan su vida por explorar algo nuevo. Quizás la raíz de la imaginación termina muriendo en los adultos al término de la adolescencia y sólo la poesía permite recuperar los trozos inconexos de la niñez.
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Carlos Eduardo Vásquez - Colombia.

Avidez

Algún día pasaré por el mismo lugar dos veces. Esperando esa oportunidad se calienta la lona negra con mi corpulento cuerpo.
Tratando de impulsar el caucho con mis blancas manos rociadas por venas que asoman tras la piel; deseo desbocado de libertad, de encontrar lo que no puedo, inmerso en luces indivisas negándose a separarse, rebelde a la naturaleza separada y distinguida de rediseños diarios: noche y día, mal y bien.

Rehusé a la derrota, mi esperanza es más grande que tener valor para escuchar las tonadas de un piano desafinado sin cubrirse de carcajadas, aliento desesperado y absurdo, esperanza para que un mago salga de su sombrero, pateado por un conejo que maneja su varita, golpeando su cuello hasta rasgar la medula de un insulso vestido de negro.
Me hace falta pasar dos veces por el mismo lugar, y en el instante ver una orgía de odres donde su paladín enfrente una guerra ante la destilación de su sangre, y muera de cirrosis con la esperanza de dar ejemplo, vaya muestra, si tuviera la oportunidad de pasar de nuevo por el mismo lugar, vería quiméricos abstemios con ínfulas de contrito, pasando su primer sorbo de licor luego de tres días de dolor simulado.
Cuando pase por el mismo lugar dos veces, será posible confirmar que no miento al quitar de mis hombros la esperanza, que un grito desesperado no va más allá que el crujir del corazón brotando energúmena ira, posando sus zarpas sobre mi cuerpo enjuto ante la fijeza de él.

David Yazo - Colombia.

Peligro en la Plaza Mayor...


Caminaba todo pánfilo por la plaza mayor en pleno verano, sin lentes de sol. Casi cegado levanto la mirada al palacio de gobierno y me quedé atónito – casi sin reacción –, una bandada pequeña de palomas se venía hacia mi a toda velocidad como carrera de palomas mensajeras o en carrera por salvarse la vida de un cazador furtivo.

Atiné a tirarme al piso para evitar semejante ¡ATROPELLO!, y uf!!! me salvo con las gustas; una me rozo en la cabeza y otra me dejo un recuerdo en la mochila que tuve que limpiar y quitarle el mal olor con colonia
NO ME CONFUNDAN CON UN RECIEN BAJADO DE LA SIERRA PARA NADA.

Todo tiene una explicación:

1. En la plaza mayor no hay árboles donde las dichosas palomas puedan estar a una altura que no atenten contra el público de por lo menos 1.60 cm. como mínimo.
2. Por no haber árboles o lugares sin altura considerable, las palomas para ir de un lugar a otro no realizan altos vuelos así que lo hacen de manera muy baja generando un peligro para el público.
3. Las palomas vuelan bajo o están casi en el piso ya que la gente les da comida y se alimentan del agua de la pileta.

Una paloma te puede chocar en la cabeza de perfil con daño en el oído y si va a excesiva velocidad hacerte un agujero y en el peor de los casos con el pico de manera directa un gran daño en el globo ocular o en la boca. Tampoco es para salir con un casco o chaleco mismo comando antibomba pero vale la precaución.

O sino que pongan un semáforo para las dichosas aves.


Patchenkou - Lima, Perú.
N/C

lunes, 5 de marzo de 2007

La Victrola


"La Victrola fue uno de los más populares medios para difundir la música en lo años 40' y 50'. Llamada así por la marca RCA Victor, se le dio ese nombre en un principio a los tocadiscos caseros, aquellos en que se tocaban los viejos discos de 78 revoluciones. En aquellos aparatos se podía escuchar el disco favorito mediante un selector automático que se ponía en marcha en cuanto depositaba una moneda de cinco centavos.

A fines de los 50', las victrolas habían llegado a casi todas partes de la isla en que hubiera electricidad, por supuesto. En algunos pequeños pueblos en que no todos podían poseer un aparato de radio y menos un tocadiscos, era el medio para que la gente escuchara la música. Casi siempre situada en un bar o café, la podían escuchar los vecinos, los transeúntes o los que descansaban en los bancos del parque del pueblo.

En La Habana llegaron a proliferar de tal manera, que casi en cada esquina se podía encontrar una o más de una en bodegas, bares, caficolas. Se podía caminar por la ciudad escuchando su música de esquina en esquina.

Aunque mucho se ha hablado de cantantes y orquestas “victroleros”, a veces con desdén y de cierto estilo de canciones y boleros con temas demasiados sensibleros: amantes abandonados, traición, venganza, alcoholismo y hasta homicidas en prisión por dramas pasionales, lo cierto es que no todo era de mal gusto. Todos los intérpretes y agrupaciones de música popular tuvieron su lugar en las victrolas y aún las más populares de la música extranjera sobre todo de la norteamericana, española, mexicana y otras.

Las victrolas estaban caracterizadas de acuerdo al lugar y las preferencias del público que acudía a aquellos establecimientos. No era lo mismo una bodega en la Habana Vieja o Cayo Hueso que un bar cerrado y oscuro al que acudían especialmente los enamorados.

Algunas victrolas se hicieron famosas por su repertorio en que hacían énfasis en ciertos tipos de música que tenían sus seguidores y que no se podía escuchar en cualquier parte. A ella acudían fanáticos y músicos que se reunían en aquellos lugares. La bodega de Celso, en la calle San José era frecuentada por los seguidores del feeling y de la música norteamericana; el bodegón de Goyo, en el barrio de la Victoria, el club Descarga en Cayo Hueso o el Gato, en la calle Zanja, además de buena música cubana tenían mucho jazz que no se podía escuchar o bailar en otros lugares.

Se recuerda con agrado aquellas cajas mágicas. Las más antiguas con abigarradas formas y colores. Luego llegaron modelos más modernos y de mayor capacidad. En algunos clubes nocturnos se podía realizar la selección desde la propia mesa.

En el momento de mayor auge, todo ello resultó un negocio millonario para las compañías que operaban estos aparatos, los instalaban, los mantenían actualizados con los discos de moda y recaudaban dinero de las alcancías que no era poco. Le pagaban al dueño del establecimiento un pequeño por ciento de las ganancias.

Las victrolas les traen recuerdos de aquellos tiempos a algunos. Quién no recuerda al enamorado que ponía siempre la misma canción en la victrola de la esquina para que la muchacha de la cuadra la escuchara desde su casa y quizá se dignara a salir a la puerta ó asomarse a la ventana dándole la esperanza de un sí".
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Inés María Martiatu - Cuba.

domingo, 4 de marzo de 2007

Ayuda


Somos dueños de nuestra vida, de nuestra historia, de nuestras decisiones. Pocos se atreverían a discutir esa verdad, ¿qué hacemos sabiendo que somos dueños de nosotros mismos? ¿qué oportunidad podemos buscar, qué será lo mejor realmente para detener el llanto? ¿Cuál será el mejor camino? Qué nos permitiría liberarnos al fin del dolor?. Hay caminos cortos que aparentan ser hasta mas fáciles, pero hay caminos arduos, que por ser muuuy trabajosos implican dedicación, paciencia, entrega, desafíos ya no solo diarios, sino a cada hora, a cada segundo. Nadie puede decir que el día que nos espera por delante será espectacular, tampoco tiene ventaja ninguna comparar historias, porque cada uno lleva cargando sus propios bultos, incluso aquel que aparenta tener lo que nosotros tanto ansiamos, todos cargan vacíos, ausencias, heridas, marcas del pasado, imposibles de olvidar, difíciles de procesar, de aceptar. y ahí es cuando quizás sirva como opción un camino: compartir lo que te tiene tan mal, angustiado, con tantas ganas constantes de llorar sin parar, pensando alivios aparentes definitivos, desesperados que no te aseguran en nada que realmente sean alivios al fin. El primer paso esta en ti, en verte a ti, en escucharte a ti, y en animarte a abrirte en rincones seguros, privados, confiar en alguien, en ayudas externas, si tú misma sabes que no puedes solo/a, reconocerte en esa debilidad, no te rebeles a ella, acepta que realmente quizás es el tiempo de buscar puntos de apoyo, que te sostengan solo en éste momento, que te signifiquen "PAZ", claridad en medio de la nube de confusiones, de dolores. Las heridas para cicatrizar pasan por todo un tiempo de reconstrucción de tejidos, la sangre debe coagular primero, la cáscara debe detener el sangrado, luego la piel irá no solo reforzandose sino poniéndose nueva, fuerte. Todo lleva un tiempo largo de esa reelaboración de ti mismo, lo mismo pasa con los daños internos que no sangran como la piel, pero que duelen a veces mucho mas.


REFLEXION:El paso solo lo puedes dar tu. Búsca ese sitio donde por fin aliviarte sin caer en los vacíos ... hay manos extendidas, ...intenta si no puedes solo, ...aferrarte a ellas. Aunque estés convencido que no vales nada, quizas te sorprendas cuanta gente piensa igual, y luego de pacientes tratamientos, terapias, y análisis personales, descubren que los demás los valoraban, sólo que eran ellos mismos los primeros en no valorarse ni darse lo que realmente se merecían, a veces somos nosotros mismos los peores jueces. Ser débil y necesitar ayuda no es sinónimo de ser algo que no vale, para algunas personas el animarse a pedir ayuda es un paso de valentía.
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Marcos - Venezuela.
N/C

sábado, 3 de marzo de 2007

La Mano que Tapa la Luz


Adrián, un niño rubio de dimensiones breves, que combinaba sus ojitos vivarachos con una nariz respingona y una boca de suave sonrisa, mantenía una cálida amistad con Bomo, un chiquillo nigeriano de permanente piel en sombra. Ambos compartían colegio, curso y amor por el fútbol. Los dos jugaban en el equipo infantil del barrio; él sudaba en la defensa, y Bomo, en la delantera cumplía con su destino de goleador. Y a raíz de esa pasión futbolera, uno y otro estaban viviendo días de excitación; el próximo domingo el padre de Adrián los llevaría a ver al Real Madrid. Desbordados por el entusiasmo los chicos se aliaron con la calculadora, y juntos restaban las horas que les haría aterrizar en el fin de semana.

Esa noche, la ilusión se deslizó entre las sábanas de su descanso, y Adrián se durmió acunado en la pureza de un sueño. Y soñó con un estadio repleto de gente animada, que formando un coro de miles de gargantas gritaban su nombre y el nombre de Bomo. Ellos integraban la formación del Real Madrid.

Pero como todo llega a su fin, la noche también se terminó, y el sol, bebiéndose las tinieblas, puso la luminosidad al servicio de la mañana y poco a poco entró en la habitación. Allí ya se encontraba su madre poblando de prisas el lento despertar. Del aseo personal Adrián pasó al desayuno, y tras un beso a la abuela cayó finalmente en el camino del "cole".

Con la espalda llena de mochila y su manita pegada a la mano de la madre, decidido caminaba al encuentro del saber. La calle hervía de movimiento. En una esquina divisaron la figura de Bomo. El niño, soltándose de la mano materna corrió en busca del amigo.

¡En ese momento el coche-bomba explotó!

¡El cemento vibró al ritmo del estruendo! ¡Una nube de polvo y humo subió a los cielos, al tiempo que bajaba una estrepitosa lluvia de cristales rotos! ¡Los rostros y las miradas se bañaron con el ácido del terror! ¡La gente, atónita y extraviada, huyó a refugiarse en los brazos de la ciudad conmovida! Cuándo la humareda abrió el puño, la imagen de la tragedia hizo acto de presencia; hubo mucho heridos pero sólo dos muertos.

¡Adrián y Bomo, terminaban de ausentarse para siempre de la vida!

¡Sin merecerlo habían caído en el sangriento manotazo de la fiebre asesina! Parecía increíble. Tantos siglos de civilización y aún se mataba por matar, porque ciertos hombres insistían en permanecer en las cavernas. El terrorismo continuaba siendo, ¡la mano que tapa la luz!



Eso sí, la bomba no fue racista; al negro y al blanco mató por igual.

Ricardo Muñoz José.
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Este relato se publicó en la Colección Solidaridad. -Publicaciones Acumán.
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R. M. J, también es autor del cuento titulado "Mujer" que aparece a continuación, y de los textos "La huella de un perro sin dueño", "Regalo de Navidad", "Perico, un burro inteligente" y "El perro de Montagis", que se pueden leer en:

viernes, 2 de marzo de 2007

Mujer


El día se anunciaba, y los tres amigos, con el entusiasmo en el cuerpo y las armas al hombro, salieron al campo a cazar.
Atravesaron el pasaje de la jornada entre risas, tiros y alguna liebre abatida. Mas, cuando la tarde fenecía y la fatiga les dio la orden del regreso, el cielo abrió sus compuertas y comenzó a llover. En un tris, la tierra se vio fuertemente sacudida por una tormenta de agua y viento.
A los cazadores, la densa cortina líquida les impedía ver el camino. El diluviar arreciaba y el viento los estremecía. Era com si la naturaleza los castigara por haber matado a sus criatura. Pronto se perdieron. Y pronto las piezas conseguidas volaron sin ruta fija, y minutos después las armas fueron a hacerles compañía.
Y llegó la noche llevándose la escasa claridad. Los tres iban a la deriva, ateridos, rotos por el agotamiento y el hambre; invadidos por una creciente ola de desasosiego. Ni una casa, ni un árbol; sólo lluvia y barro, barro y lluvia, y la oscuridad agazapada detrás de la oscuridad. No obstante, el instinto de conservación les exigía continuar y ellos marchaban cual autómatas, yendo de un lado a otro, mano con mano, empujados por la desesperación y el miedo; ora chapaleando en los charcos, ora cayendo de bruces en el lodo. Las gotas eran cada vez más gruesas, más pesadas, más demoledoras, y ellos allí, atrapados entre la noche y la tormenta; a merced de un incierto ambular. La lluvia insistía en su caída, y el viento silbaba su inquietante canción.
Al amanecer, con los huesos flaqueando y la voluntad hundida, divisaron un edificio anclado en medio de la nada. Aplastando barro y pajonales pusieron sus pasos rumbo a la salvación. Allí habría fuego, ropa seca y comida caliente. Al llegar descubrieron una mansión rodeada de altos muros. De la mansión no se desprendía ninguna señal de vida. Su soledad rezumaba abandono.
-Debemos entrar. Al menos allí podremos guarecernos.
El alto muro mostrábase intratable.
De pronto, tropezaron con una botella de cristal recostada contra la pared. Uno de ellos la recogió y vio que contenía humo azul. La destapó y el humo, al mezclarse con la atmósfera, devino en un genio. Un genio atlético, moreno y de ojos claros.
-Me habéis liberado -dijo-, y os compensaré haciendo realidad un deseo a cada uno.
-A mí -aceptó inmediatamente el primero-, dadme fuerzas para subir por este muro.
El genio le arrojó un puñado de humo azul, y al instante el hombre aunando esfuerzas escaló el muro y se dejó caer en el patio de la mansión.
-Como soy el más viejo y estoy reventado -pidió el segundo-, será mejor que me bajes el muro.
El genio soltó otro puñado de humo, y el muro se redujo a mitad de su altura. Entonces, y luego de una breve pero resbaladiza escalada, de un salto también cayó en el patio.
El genio miró al tercero y le preguntó:
-¿Y tú qué quieres?
-A mí hazme mujer.
En el acto lo hizo mujer, y la mujer entró por la puerta... Y de paso se llevó al genio para aligerar el peso del cansancio.


Ricardo Muñoz José.
Además, R.M.J. es autor del relato "La mano quie tapa la luz" (que aparece aquí mismo), y de "La huella de un perro sin dueño", "Regalo de Navidad", "Perico, un burro inteligente" y "El perro de Montargis", que hallarás en:

jueves, 1 de marzo de 2007

Fernando, el perro que venció al olvido

Esta historia comenzó al despuntar la década del 50, un día que el recuerdo no ha registrado. En Resistencia, capital de la provincia del Chaco, apareció un forastero con una guitarra al hombro, y un perrito blanco que no se despegaba de su lado. El hombre entró a una humilde pensión, y con voz serena preguntó si ahí se podían hospedar él y su perro. El dueño, tras mirarlo de reojo, le respondió:
-Si vos no cantás y el perro no ladra, pueden.
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Jornadas después, el artista ambulante del cansancio pasó al descanso eterno. El propietario de la pensión se quedó frío con un cadáver aún caliente. La Municipalidad dio sepultura al cantor desconocido. En tanto, el dueño y algún vecino, compasión en ristre, resolvieron quedarse con el perro. Vano intento. El perrito no se sometía a nadie y al instante tomó la ciudad como su casa.
Poco a poco aquel valiente cuzquito de espíritu callejero, se fue adueñando del cariño de la gente. Sus andanzas y alegría calaron hondo, pues entregó su amistad a los niños y su compañía a los ancianos. Pero seguía siendo libre. De todos obtenía buen trato, y respeto por la libertad que demandaba.
Mas, un aciago día, al perrito blanco lo atropelló un automóvil, y lo dejó a orillas de la muerte. Los niños quedaron estupefactos y doloridos. Ellos sabían que el perro necesitaba un doctor, y sólo conocían a Pipo Reggiardo (un médico que en la Plaza Belgrano, a veces jugaba un ratito a la pelota con ellos). Se lo llevaron. El doctor Reggiardo lo auxilió con presteza, y, al tratarse de un animal sin dueño, lo "internó" en su consultorio adentro de una caja de cartón. La entrega del médico y el preciso tratamiento, en pocos semanas consiguieron la total recuperación.
El animalito volvió a la calle enarbolando su natural propensión a la amistad. Así, el simpático vagabundo, fue dejando tras de sí una estela de modestia, agradecimiento y saber estar.
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Sin embargo, no es posible interpretar la historia de este perrito, sin conocer a su amigo del alma: el cantante Fernando Ortiz.
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(Fragmentos de una larga entrevista concedida por el cantor unos años antes de su fallecimiento)
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-Lo conocí en el 51 en el Bar Los Bancos, junto a la plaza. Era un perrito blanco, chiquito, y tenía más o menos un año. Cuando lo vi lo comparé con un capullo de algodón. No lo llamé, pero él vino directamente a echarse a mis pies. Los mozos me preguntaron si molestaba. Les respondí que no. Se quedó a mi lado, y cuando salí me siguió hasta el Hotel Colón, donde yo vivía. A la mañana siguiente lo encontré debajo de mi cama. Como hacía calor y no cerraba la puerta, seguramente entró mientras dormía. Entonces lo bañé, le di de comer, y comenzó la amistad.
-En el hotel, al principio, yo disimulaba su presencia. Hasta que Coco Lucas, el dueño, lo descubrió. Coco, conmovido por mi mirada y la mirada del perrito, en vez de echarlo le hizo colocar una cucha para que pudiera descansar.
-Yo actuaba en Los Bancos con una orquesta, y cuando actuábamos, el perro se iba a echar detrás del piano. No se separaba de mí. A la salida, siempre me ladraba de manera especial. Yo sabía que era su forma de invitarme a la Plaza San Martín, donde cumplía una especie de rito: perseguir a los gatos. No los agredía. Jugaba corriéndolos.
-En una oportunidad hubo una reunión de artistas. El perro se sentó junto a mí en la punta de la mesa. Los muchachos decidieron ponerle mi nombre. Él respondió bien al nombre de Fernando y jugó con todos ellos. En la amistad era como los humanos. A mí me parecía un ser humano vestido de perro.
-A Fernando le gustaban mucho los picantes y el azúcar, y eso no podía ser bueno para un perro. Como era blanco se ensuciaba mucho, y en cualquier casa lo bañaban. Hasta tres o cuatro veces por semana. Y eso tampoco podía ser bueno para un perro.
-Una noche que hacía mucho frío se me ocurrió darle grappa con azúcar. Al principio no le gustó, pero al rato, empezó a pedir más. Cuando nos fuimos, le costó bajar de la silla, y caminaba de costado, borracho.
-De vez en cuando visitábamos a un gran amigo; el pintor René Brusseau. Fernando se hizo muy amigo de René. Otro de sus amigos fue el escultor, Víctor Marchese. Con Juan de Dios Mena, iba al Fogón de los Arrieros. En el Fogón, lo aceptaron y lo hicieron socio de la institución. Allí destacó como crítico musical. Su mayor virtud era su oído. Como nadie captaba la belleza de los sonidos.
-Para él lo fundamental era la noche. Recorría el Bar Sorocabana, el Bar Los Bancos y el Club Social. Y si oía música se acercaba. La música le encantaba. Pero si no le gustaba algún artista se iba. Y la gente lo seguía.
-No se perdía ninguna fiesta. En los conciertos se colaba y se iba a echar cerca de la orquesta, o del solista. Cuando meneaba la cola aprobaba la actuación, pero ante las pifias gruñía, y a veces aullaba. Él nunca fallaba. Y los músicos admitían haber metido la pata en el punto indicado por el perro. Era un crítico riguroso. Y ninguno se atrevía a pedir que lo pusieran de patitas en la calle, porque la gente se fiaba de su oído.
-Recuerdo que el maestro, Hermes Peresini, eximio violinista, sabía ponerlo a prueba. Tocaba un fragmento de la Czardas, de Monti, y en algún momento colocaba mal alguna nota. Fernando respondía dando un salto y se ponía a gruñir, mientras el maestro se reía. El perro tenía un oído musical muy desarrollado. Quizás esa fue la herencia que le dejó el artista que lo trajo a Resistencia.
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Como perro que era, Fernando se ceñía a su código de costumbres: pernoctaba en la recepción del Hotel Colón (en ocasiones en El Viejo Rincón), a primera hora de la mañana entraba con los empleados al Banco de la Nación, y se dirigía al despacho del gerente, donde éste le hacía servir el desayuno: café con leche y medialunas. Después iba a visitar la peluquería de al lado del Bar Japonés. A continuación, dormía un rato en el Sorocabana sin que nadie lo molestara. Almorzaba en El Madrileño (junto al Sorocabana). En casa del doctor Reggiardo hacía la siesta (un ladrido y un arañazo a la puerta era la contraseña para entrar). Y tras la siesta cruzaba a la Plaza 25 de Mayo, a divertirse hostigando a los gatos. Al atardecer corría al Bar La Estrella, a merendar lo que le daban los dueños y la clientela.
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En La Estrella, le ocurrió un desagradable episodio cierta vez que un "chistoso", pasado de vinos, le pegó una patada. A su aullido de dolor replicó, Alberto Rulli (cantor y dibujante), increpando fieramente al agresor. Y atrás de Rulli, llegó Deolindo Bittel (el que fuera dos veces gobernador de la provincia), a quien hubo que frenar para que no la emprendiera a golpes. La trifulca se saldó con la expulsión del tipejo, y con Fernando comiendo maníes bajo una mesa.
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No obstante, fue en el Bar Japonés vivió su más dura experiencia. Fernando habíase enamorado de una perrita del vecindario. Un día copularon quedándose abotonados en la puerta del bar. Los presentes los espantaban, y, al no conseguir que se desengancharan, alguien les arrojó agua hirviendo, que Fernando recibió de lleno en el lomo, en tanto otro le asestó una cuchillada en un costado.
Envuelto en sangre lo transportaron al Club Social, donde el doctor Reggiardo lo atendió de urgencia. Después, fue alojado en el Club Progreso. Lo cuidaron con dedicación y ternura. Cual respuesta a la cruel agresión, el amor de la gente hacia su perrito salió a la superficie: a toda hora niños y mayores se aproximaron al club, ansiosos de conocer la evolución curativa del animal. De este modo quedó bien claro, que tenía muchos amigos pero ningún dueño.
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Fernando volvió a callejear por la ciudad. No hubo evento artístico o social que no contara con su asistencia. Todo le atraía: fiestas, tertulias, conciertos, espectáculos, bailes populares, y él, sirviéndose de su don para hacerse querer, recalaba en cualquier reunión.
Con su presencia alegró bodas y cumpleaños, y fue motivo de orgullo para aquellos que lo recibían en sus casas.
En los velorios pasaba otro tanto; si asistía era un honor, pero si no aparecía derivaba en desdoro para el fallecido y sus familiares.
En las exposiciones pictóricas, los organizadores temblaban al verlo entrar. Si Fernando recorría la sala y luego se echaba en un rincón, todos contentos. Mas, si se marchaba, el pintor ya podía descolgar sus cuadros.

ALGUNAS DE LAS ANÉCDOTAS QUE LO LLEVARON AL BRONCE

En 1954 (y en un momento de alarma social, pues habíanse producido muertes de niños por mordeduras de perros), la vacuna antirrábica llegó al Chaco. Se estableció la obligatoriedad de vacunar a todos los canes. En la Municipalidad se llevó a cabo el cometido, y a la Municipalidad acudió Fernando sin que nadie lo llevara. Por propia voluntad dejó que el doctor Andreu lo inmunizara. Tal actitud, impropia en un animal, obtuvo su justo premio: le concedieron la patente número uno, y lo nombraron "Primer perro civilizado de Resistencia".
Sin embargo, la patente número uno ni el título de "Perro civilizado", lo libraron de un aciago incidente. Una mañana, los hombres de la perrera lo cazaron, y medio dormido lo introdujeron en la jaula del camión. Mas, la providencial intervención de Tatalo Dominguez (campeón chaqueño y argentino de boxeo) y de Moisés Zaín (promotor de espectáculos artísticos y deportivos) trastocó las cosas, porque además de reprender a los perreros, instaron a otras personas a unirse a la protesta. Se armó un alboroto. Hasta que una mano anónima abrió la puerta de la jaula. Entre los aplausos y las risas de la gente, Fernando, como un balazo se metió en el Sorocabana seguido por el resto de perros capturados.

En el Bar La Estrella, una noche de invierno oíase una audición de tangos, que el bullicio y la humareda no invitaban a escuchar. O al menos eso pensó uno de los dueños del bar, ya que apagó la radio. Al instante retumbaron los ladridos de Fernando. Se hizo un breve silencio. Conectaron nuevamente el receptor. El perro se calló y se tumbó junto al mostrador a deleitarse con la música.

Una mañana muy temprano, la Plaza 25 de Mayo tembló con los ladridos de Fernando. Los taxistas que estaban en la parada acudieron a ver qué ocurría, y encontraron un señor mayor tirado en el suelo. Uno de los taxistas, hábil en primeros auxilios, le practicó ejercicios de reanimación. Luego, en uno de los taxis llevaron al anciano al Hospital Perrando. A Fernando le impidieron el paso, mas él quedó merodeando. Los taxistas regresaron contentos; el señor, que había sufrido un infarto, se salvó.

Aún se recuerda su "colaboración" con el Coro Polifónico de Resistencia (galardonado dos veces en certámenes internacionales en Italia: Arezzo-1968, y Pescara-1974). Ocurrió en el Teatro Sep. Iba a dar comienzo la función y Fernando subió al escenario. Miró uno a uno a los cantantes, y luego de agitar la cola ante la mítica directora, Yolanda de Elizondo, fue a tenderse al lado de la candileja. La señora de Elizondo captó el mensaje de anuencia e inició la actuación.

Durante una representación teatral, y en el momento que la protagonista era acosada por un hombre-lobo, Fernando entró en escena y lamió la cara de la actriz, Delma Ricci, tal si le dijera:
-No tengás miedo, aquí estoy.
En ese punto concluyó la obra. El perrito conoció el aplauso.

Cuenta el periodista y escritor chaqueño, Mempo Giardinelli:

-El 57 o el 58, visitó Resistencia un famosísimo pianista polaco apellidado, Pederewsky, y ofreció un único concierto en el Teatro Sep, y por supuesto mis padres me llevaron. La sala estaba repleta, y Fernando se acomodó bajo el piano de cola (los organizadores siempre explicaban a los músicos visitantes de la ineludible presencia del cuzquito). Y a la vista de cientos de personas, se diría que Pederewsky y Fernando comenzaron el concierto. Nunca alvidaré la impresión de aquel público, cuando en medio de una sonata de Beethoven, Fernando se puso de pie alzando las orejas y soltó un gruñido. Pareció que el mundo se detenía, pero Pederewsky, todo un profesional, siguió como si nada. Hacia el final nuevamente el perrito sacudió las orejas y miró fijo al pianista, como diciéndole:
-Oiga, la está pifiando.
Entonces, Pederewsky, con europea elegancia,detuvo las manos, miró al perrito y le dijo en duro castellano:
-Tiene razón, equivoqué dos veces.
Hizo un da capo y repitió la sonata, que le sal perfecta. El concierto acabó con una ovación, un par de bis, y el discreto mutis de Fernando.

(A la siguiente anécdota, mucho tiempo se la consideró otra versión de la anterior. Hasta que, Miguel Devoto -un marxista que en aquellos años se atrevía a decirlo-, lo aclaró pues él fue testigo presencial)

Un afamado violinista europeo, en tournée por el noreste del país, se presentó en el Teatro Sep. Fernando asentó su alba figura entre la primera fila y el escenario. El concertista tocaba con dulzura, y el perro, como buen melómano, disfrutaba con la música. De pronto abrió los ojos, levantó las orejas y lanzó un aullido. El músico había errado unas notas y el animal lo percibió. El hombre, contrariado, interrumpió la actuación, abandonó el escenario, y entre bambalinas exigió la inmediata evacuación del perro. La respuesta, muy a la chaqueña, fue tajante:
-Fernando sabe lo que hace -le dijo uno de los responsables.
-Así que, tocás bien o el que se va sos vos -agregó otro.

Agonizaba la década del 50, y a fin de inaugurar unas obras visitó Resistencia el presidente del país, general Aramburu (militar golpista). En el Club Social se organizó un acto. Comparecieron el presidente y las autoridades provinciales. Aramburu ocupó la cabecera de la mesa, y a su derecha se sentó el gobernador. De repente, sobre el alfombrado apareció Fernando. Su irrupción provocó estupor, murmullos y risas. Entonces, ante la confusa mirada de Aramburu y su séquito, el gobernador se puso de pie, y tal si presentara un embajador en el Vaticano, dijo en voz alta:
-Señor presidente, el perro Fernando.
Fernando miró a todos y se retiró. Él no comulgaba con el poder.

René Brusseau (prestigioso artista plástico) y Fernando, establecieron una agradable relación de amistad. Muchas veces el perro le hacía compañía en su estudio mientras él pintaba. Mas, una tarde del año 1956, Fernando salió a la calle poseído de una repentina urgencia. Sus ladridos y movimientos extrañaron a la gente. Comprendiendo que algo pasaba, varias personas entraron al estudio, y encontraron tirado en el suelo el cuerpo sin vida del pintor. Su mano izquierda aún sujetaba la paleta.
Se ignora cómo, pero Fernando supo que René iba a ser velado en el Fogón de los Arrieros. Cuando el vehículo fúnebre llegó con el cuerpo, el perro estaba esperando. Pasó la noche junto al ataúd del amigo. Al otro día acompañó el cortejo. Tras el entierro, todos abandonaron el cementerio. Pero, Fernando no; él se quedó un rato más.

Los perros abrazan una vida breve, y Fernando no podía escapar a ese designio. La mañana del 28 de Mayo de 1963, Chacho Escalante (taxista amigo de artistas y bohemios), el que tantas veces lo llevó a los bailes donde actuaba, Fernando Ortiz, lo halló agonizando delante del Banco Español. A las pocas horas Fernando se marchaba de la vida, dejando su ejemplo de soledad y amistad. Al conocer su muerte, Resistencia se hundió en la tristeza. El amado perrito se había ido, aflorando en los pechos la más tiernas palpitaciones.
Su funeral detuvo la ciudad. El pueblo, enternecido, lloraba su pérdida. Lo sepultaron en la puerta del Fogón de los Arrieros (institución de la que era socio de honor). Fue una ceremonia solemne. Una compacta multitud cubrió la calle, para darle un sentido adiós al perrito más querido. Algunos comercios bajaron sus persianas. Las viviendas vestían crespones en sus frentes. La Banda Municipal ejecutó una marcha fúnebre. Las campanas de la Catedral tocaron a muerto. Los poetas desgranaron versos por él. Los artistas, compungidos, se encerraron en el silencio. Después, la vida continuó. Fernando ya formaba parte de la historia de Resistencia.

En su tumba, la gente del Fogón de los Arrieros puso una escultura y una placa recordatoria con esta leyenda:
"A Fernando, un perrito blanco que errando por las calles de la ciudad despertó en infinidad de corazones un hermoso sentimiento".
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A su vez, el escultor, Víctor Marchese, lo inmortalizó en una estatua de bronce (instalada en una esquina de la Casa de Gobierno). Al acto de inauguración acudió el gobernador de la provincia.
Transcurrido un tiempo, Víctor Marchese explicó porqué la escultura está situada de espalda a la Casa de Gobierno:
-Fernando era un libertario. Nunca se sometió a ningún poder. Por eso nadie lo vio entrar a una iglesia ni a ninguna comisaría. Estar de espalda al poder refleja su verdadero espíritu.
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Al derivar en bronce, la BBC de Londres homenajeó a Fernando, emitiendo una crónica del periodista Arturo Barea.
Se publicó un libro: "Fernando, un perro de verdad", de Hugo Ditaranto, traducido al italiano, griego y ruso.
El notable cantaautor, Alberto Cortés, en su canción Callejero, lo hizo poesía y lo hizo música:
Era un callejero con el sol a cuestas,
fiel a su destino y a su parecer.
Sin tener horario para hacer la siesta
ni rendirle cuentas al amanecer.
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También su historia se paseó en una pieza de títeres, por salas de Resistencia y escuelas de la provincia.

Ahora se habla de llevar su vida al cine.

En el diario La Capital, de Rosario, Mario Candioti escribió un artículo titulado, El perro que se convirtió en el mito de un pueblo: La historia de Fernando, el inolvidable perro que se transformó en personaje popular, no puede dejar de ser contada. El 28 de Mayo de 1963 dio su último salto, su último ladrido, pero la ciudad lo evoca y lo nombra, al punto de conmemorar cada aniversario de su desaparición. Y a la distancia, es inevitable el recuerdo de Fernando Ortiz:

-Cuando murió vinieron a mi casa a avisarme. Yo no quise asistir. Era un golpe demasiado grande para mí. Lo lloré mucho. Hasta los gatos de la Plaza San Martín, que Fernando acostumbraba perseguir, ese día lloraron por él. Esa noche, con la calle ya desierta, fui a su tumba a explicarle mi ausencia. Volví a llorar. Creo que Fernando lloró conmigo. Está enterrado frente al Fogón de los Arrieros. Pienso que él también habría escogido ese sitio para descansar.

En Resistencia (llamada "ciudad de las esculturas", por las casi quinientas esparcidas por sus calles, avenidas, plazas y parques), el perro Fernando posee dos estatuas esculpidas con la fuerza del amor: la de su sepultura en la vereda del Fogón de los Arrieros, y la más significativa delante de la Casa de Gobierno. En las dos, cada 28 de Mayo, aparecen ofrendas florales depositadas por manos anónimas.

Hoy, al viajero que nos visita, un gran cartel en la vía de acceso lo saluda con estas palabras:
Bienvenido a Resistencia, la ciudad del perro Fernando

Es el reconocimiento de todo un pueblo, a aquel perrito vagabundo que vivió con nosotros en los años 50 y comienzo de los 60, y que a todos supo robarnos el corazón.
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R.M.J.
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VIVIR ES EL ARTE DE ATRAVESAR ESPERANZAS. -R.M.J.