La pérdida súbita de su inocencia caía sobre ella más fría y pesada que la oscuridad de la cueva que la amortajaba. El derrumbe de las piedras en la entrada aún resonaba en el esqueleto de su alma, como campanas que demasiado tarde le advertían del gran error que en nombre del amor había cometido. Silenciosa meditaba sobre el maldito y bello momento que conoció al blanco conquistador que con sus ojos claros como el cielo del Valle de Sébaco, y el cabello tan rubio como el oro que guiaba su destino, había hecho de ella un simple objeto de placer.
Acababa de ser enterrada en vida por el hombre que amaba. Había sido cruelmente engañada por aquél que la había convencido para que confiara en él y le contara el secreto del lugar donde el cacique, su padre, guardaba el tesoro que pertenecía a esta región esteliana. Generosa, lo había guiado hacia el lugar ambicionado y al obtener las riquezas, el ingrato había partido, dejándola muriendo de dolor, perdiendo poco a poco el juicio con cada lágrima de desesperación que derramaba por él.
Su padre se lo había advertido. Los blancos no se habían resignado con los regalos de oro que al principio de su llegada él les había obsequiado. Lo había notado en la codicia que se dibujaba en sus brillantes ojos al apreciar el precioso metal. Lo había adivinado en la lujuria que traicionaba sus miradas al contemplar a las jóvenes mujeres de la región. En su encierro, la hermosa india no le temía a la oscuridad y al silencio. Había crecido corriendo en los cerros, disfrutando el agua fresca de los ríos, jugando en la montaña. Encontrar la salida de la cueva no era su problema. Era otra clase de oxígeno el que su ser necesitaba. Había traicionado la confianza de su padre, había perdido la luz tierna de esos ojos que tanto amaba, y sospechaba que en su vientre una nueva vida comenzaba a latir.
Cuenta la leyenda que la actitud de su amante y su sentimiento de culpa provocó que ella perdiera la razón. Otras versiones de esta historia aseguran que fue el cacique enfurecido quien la encerró en la montaña, condenándola a un castigo eterno a pesar de conocer su estado de preñez. Sea cual fuere la triste situación, desde aquel momento la bella joven se convirtió en la Bruja de la Mocuana, espanto temido en toda la región. Se rumora que invita a los hombres que recorren los caminos a seguirla hasta la cueva, y ellos, seducidos por su negra y larga cabellera y su hermoso cuerpo no pueden declinar la invitación. Otros aseguran que se roba y asesina a los recién nacidos, y como pago por su delito deja a los padres del niño algunas pepitas de oro como un recuerdo macabro de su infortunio.
Fuente original: Leyenda nicaraguence.
Enfoque y narración: Martha Isabel Arana.
MARTHA ISABEL ARANA - Managua, Nicaragua.
Ilustración del texto:
DAVID ALFARO SIQUEIROS:
.
http://nicaraguademisrecuerdos.blogspot.com/
http://marthaisabelarana.com/
Acababa de ser enterrada en vida por el hombre que amaba. Había sido cruelmente engañada por aquél que la había convencido para que confiara en él y le contara el secreto del lugar donde el cacique, su padre, guardaba el tesoro que pertenecía a esta región esteliana. Generosa, lo había guiado hacia el lugar ambicionado y al obtener las riquezas, el ingrato había partido, dejándola muriendo de dolor, perdiendo poco a poco el juicio con cada lágrima de desesperación que derramaba por él.
Su padre se lo había advertido. Los blancos no se habían resignado con los regalos de oro que al principio de su llegada él les había obsequiado. Lo había notado en la codicia que se dibujaba en sus brillantes ojos al apreciar el precioso metal. Lo había adivinado en la lujuria que traicionaba sus miradas al contemplar a las jóvenes mujeres de la región. En su encierro, la hermosa india no le temía a la oscuridad y al silencio. Había crecido corriendo en los cerros, disfrutando el agua fresca de los ríos, jugando en la montaña. Encontrar la salida de la cueva no era su problema. Era otra clase de oxígeno el que su ser necesitaba. Había traicionado la confianza de su padre, había perdido la luz tierna de esos ojos que tanto amaba, y sospechaba que en su vientre una nueva vida comenzaba a latir.
Cuenta la leyenda que la actitud de su amante y su sentimiento de culpa provocó que ella perdiera la razón. Otras versiones de esta historia aseguran que fue el cacique enfurecido quien la encerró en la montaña, condenándola a un castigo eterno a pesar de conocer su estado de preñez. Sea cual fuere la triste situación, desde aquel momento la bella joven se convirtió en la Bruja de la Mocuana, espanto temido en toda la región. Se rumora que invita a los hombres que recorren los caminos a seguirla hasta la cueva, y ellos, seducidos por su negra y larga cabellera y su hermoso cuerpo no pueden declinar la invitación. Otros aseguran que se roba y asesina a los recién nacidos, y como pago por su delito deja a los padres del niño algunas pepitas de oro como un recuerdo macabro de su infortunio.
Fuente original: Leyenda nicaraguence.
Enfoque y narración: Martha Isabel Arana.
MARTHA ISABEL ARANA - Managua, Nicaragua.
Ilustración del texto:
DAVID ALFARO SIQUEIROS:
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http://nicaraguademisrecuerdos.blogspot.com/
http://marthaisabelarana.com/
11 comentarios:
¡Sensacional! Así se deben relatar las leyendas para que acaparen la atención de la gente actual.
¡Me encantó! Y hasta acepto plenamente que todo ocurrió por la codicia del "conquistador". El vil metal vence al amor. El oro fue, es, y será, la fuente de la perdición.
Felicitaciones, hermosa nicaraguence.
Dos Tres Cuatro.
Me ha encantado el estilo, la redacción, la forma de comunicar una leyenda. Invita a leer el blog!
Precioso.
Martha Isabel, te felicito. Has hecho un derroche de imaginación para contarnos una leyenda antigua con ojos actuales. Muy hermosa descripción de los hechos. La Mocuana no pudo encontrar mejor cronista para reflejar su drama.
Odi
Las leyendas tienen el don de cautivar, pero si se sabe relatarlas con pluma sensible, despiertan sensaciones muy agradables.
"El lamento de La Mocuana" nos habla de la codicia y de la maldad de la codicia, y tambien de la severidad de un padre que no supo aceptar el error cometido en nombre del amor. Esta leyenda, sin duda, es toda una enseñanza de vida.
Estimada autora, te agradezco que la hayas escrito. Con este trabajo pones al decubierto tu madera de narradora.
Uno del Montón
Amiga nicaraguence, yo de leyendas no sé nada, pero después de leer "El lamento de La Mocuana", creo se me va a despertar la afición.
Qué de contrastes en tan poco espacio: el amor y la codicia unidos por el oro, y con el dueño del oro (el padre) durmiendo tranquilamente.
Yo también creo que donde pisa el hombre blanco, va dejando un reguero de sangre de complicada explicación. Y los que no lo acepten, que miren hacia África.
Carla
Alvaro, Charruita, Odi, J.Carlos y Carla, muchísimas gracias por dedicar un ratito de vida a mi leyenda. Eternamente agradecida.
El hombre blanco es malo. Y no por el color de su piel, sino porque en el blanco se unen la ambición desmedida, la crueldad, y las ansias de poder a cualquier precio.
Tú declaras que "El lamento de La Mocuana" es una leyenda, pero coniciendo los bueyes con los que se ara, no me extrañaría que sea un hecho verídico.
Martha, me encantó tu forma de relatar, tan simple como tierna, y tan directa como elocuente. En tu pluma se aloja una escritora, y me conmueve comprobar que usas esa cualidad para dar a conocer las leyendas de tu pueblo. Qe es el mío, y es el puebl de todos, porque, fronteras aparte, vivmos en un mismo hogar.
Un beso de sincera amistad.
Yaiza
El amor puro manchado por el brillo del oro. Ese es el saldo que me deja "El lamento de la Mocuana". En nuestra querida América conocemos tantos despojos cometidos por la barbarie y la codicia, que un caso como éste, donde se utilizó el amor para llegar al robo, nos parecerá siempre más aceptable, aunque el fin sea el mismo.
Al padre no se lo puede juzgar, porque su actitud es sólo el reflejo de una época.
Martha Isabel, gracias por traernos una leyenda tan antigua, con un lenguaje y un estilo de narración tan de hoy.
Con vos se quedan mis felicitaciones y mi saludo.
Tito Grandi
(Te agradezco tu comentario sobre mi escrito "El perro que venció al olvido". Me encantó tu punto de vista. Si el perro Fernando viviera, también te lo agradecería)
Qué linda leyenda. Me gustó la forma de narrarla y la simplicidad del lenguaje utilizado.
Como es fácil de memorizarla, se la contaré a mis amigos.
Te felicito, amiga nica.
(Tengo un relato en esta misma Galería. Se titula "El amante de todas las mujeres". Sería un honor saber que invertiste tu tiempo en leerlo)
Muchas gracias Alejandro y Yaiza, sus comentarios son muy importantes. Será un honor visitar de igual manera sus escritos.
Tito, la historia de Fernando a través de tu pluma ha quedado grabada en mi memoria!
Hola Isabel. Me gustó mucho tu historia, de inmediato recordé a una amiga, herida por amor, a quién un psicólogo preguntó una vez asombrado: "Cómo es posible que después de tantas traiciones, usted todavía tenga la capacidad de amar intacta? Cuando me lo contó, me pareció curioso y profundo. Quizás el Psicólogo esperaba encontrar en ella un gemido largo como tu "lamento de la Mocuana"
Un abrazo para ti y mi admiración.
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