Dijo anoche, su canto de muerte
la canción de la tos en tu pecho,
y, al mojarse en las notas rojizas,
mostró flores de sangre el pañuelo.
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-¡Pobrecitas las carnes pacientes,
consumidas por fiebres de fuego;
para ellas las buenas, las tristes,
tiene un blanco sudario el invierno!
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...Mira: abrígate bien, hermanita,
mira, abrígate bien, yo no quiero
ver que cierre tus ojos la Bruja
de los flacos y frígidos dedos...
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Hermanita, ¡me viene una pena!
si te escucho gemir, que presiento
las nocturnas postreras heladas:
las temidas del árbol enfermo.
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¡Si supieras!... Blandones sombríos,
me parecen tus ojos ¡tan negros!,
y tu lívida faz taciturna
un fatídico heraldo de duelo.
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¡Si supieras!... A ratos me asaltan
tus visiones sangrientas... No duermo
al pensar, siempre alerta el oído,
que te pasas la noche tosiendo...
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Al pensar en tu vida deshecha,
cuando miro esfumarse en mi ensueño
tus nerviosos esguinces cansados,
y moverse y cruzar tu esqueleto...
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¡Hermanita: hace frío; ya es hora
de los suaves calores del lecho,
pero cambia la colcha: esa blanca
me recuerda el ajuar de los muertos!
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Evaristo Carriego
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