miércoles, 9 de marzo de 2011

Los menores de la esquina

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Es cierto; temblabas de miedo al caminar por esas calles, tan desconocidas, tan frías, tan ajenas. Si hasta te molestaba pisar ese suelo negro y duro, no sentir la tierra y el pedrón bajo tus pies, deshacer las khurpas al caminar. ¿Extrañabas tal vez el aire verde? Claro, no puedes arrepentirte, volver a tu casa sería rendirse. Y mañana tendrás que buscar dónde comer, qué hacer. Lo que importa ahora no es pensar sino soñar, dormir un poco. Tienes suerte. Tienes suerte porque apenas llegaste y ya tienes un amigo: el Chino. Sonriente, hospitalario, el Chino te ha invitado a su... ¿atorradero? ¿Se dice atorradero? No, claro, tú no, pero así le llaman, ¿no? Y el Chino, qué buen tipo, te ha dicho que te quedes con ellos, que serás de su grupo, que te dejarán estar con la Tuerta, que dicen que lo hace lindo. Ni sabes lo que hace pero está bien, el brillo en los ojitos del Chino da ánimos, claro que sí.
No estás descontento. Con miedo sí pero no triste. Si hasta tienes amigos y la promesa de la Tuerta. Pero ¡cómo temblabas! ¡Cómo temblabas hasta que conociste al Chino! Cuando te vio parado en la puerta del café, con la boca abierta y mirando todo como si fuera nuevo, se dio cuenta de inmediato que acababas de llegar.
-¡De dónde vienes lorito! -notando tu nariz, acercándose burlón, amiguero el Chino.
Lo miraste sorprendido ¿quién es éste? Pero a poco ya le estabas contando, casi lloroso, cómo te aburrías con las habas y la papa, y las ordeñadas a la vaca, y el ven hijito, anda hijito, come hijito, salta hijito hasta que, ¡la pucha!, no aguantaste y aquí estás. No dijiste nada del castigo y callaste las ilusiones.
-¡Pero bien oyes! -dijo el Chino entusiasmado- igualito que todos -agarrándolo del brazo- no tienes dónde dormir, ¿no? -jalándote hacia adentro. Y de pronto estabas en la cocina del boliche, con un pan con chorizo entre las manos, con tu cuerpo en la calle y los ojos sorprendidos.
-¡Sin decir gracias he salido!
-No importa -sonríe el Chino- ella es bien buena gente -diciendo en tu oído- por suerte no estaba la dueña que siempre llama a la COPRO y ahí sí que nos friegan la vida.
Y tú en la luna, qué vieja, qué Coprocuántos, qué frieguen. Y el Chino carcajeando.
-Si serás nuevo -sus ojitos perdiéndose- ven que te explico todo de un canto -empujándote hacia la plazuela.
Dices que esa noche dormiste bien. Que te prestaron periódicos porque te estabas thayachando de frío. Thayachando, ¿no? Y pensabas seguramente que era muy lindo dormir así, en grupo, apretaditos y mirando las estrellas.
-Yo te voy a enseñar cómo se saca el brillo a los zapatos.
-Yo te voy a llevar a mi pocita del río, vas a ver cómo de lindo se baña uno.
-Vas a venir conmigo al Prado a limpiar autos. Siempre se consigue platita y, a veces, hasta cervecita nos convidan... ¿y hay puchos?... ¡para escoger!
-Pero mejor es limpiar vidrios en la 25, ¡el semáforo es relargo y te da tiempo!
Todos, el Lagarto, el Loco, el Pancitas y hasta la Tuerta te querían llevar con ellos. Pero el Chino te ofreció el asunto del cine y con eso quedaste deslumbrado. ¡Cómo abrías los ojos! ¡El cine! Te dejó pensando, recordando, soñando. Los charros, los caballos, esas mujeres lindas que viste hace no mucho, y los karatecas. ¿Pasaban ellos por tu mente? ¿Soñaste con ellos? Porque de dormir sí que dormiste. ¡Y cómo! La barriga de la Tuerta debajo de tu cabeza y la cabeza del Pancitas en tu barriga. ¿Cierto que así durmiendo uno se olvida que no ha comido? ¿Cierto que se tienen sueños lindos?
-¡Despierten piojosos!
Y te fuiste con el Chino al día siguiente. ¡Qué feliz que estabas! Amigos y trabajo. Y en la ciudad.
-Te presento al Lorito -dijo amistoso el Chino. Y el Ringo desde arriba, desdeñando, te mira desde el chulo a las ojotas.
-De dónde salió este lari -mirando al Chino.
Rascando la cicatriz de su cara. Escupiendo verde y pesado, eructaba el Ringo y tú temblabas -parece un kjarka -se burla. El Chino, mientras tanto, dale a contar que te escapaste, que duermes en la esquina, que eres un buen chango, que no sabes nada de nada, pero que puedes trabajar en el cine. -¡Va estar bien, Ringo, lo probaremos! ¡No ves su pinta... le van a creer!
-Bueno pues -diciendo el Ringo- tal vez sirva -abrazándote afectuoso- déjamelo esta tarde -y tú como queriendo zafarte.
-Listo hermano -el Chino- te lo traigo esta tarde entonces.
¿Tomaste desayuno? ¿En el Santa María? ¿Té sin azúcar? No, no me río, no creas.
-Ven -terminando su tecito el Chino- te voy a presentar a la Chaskita -escondiendo su taza de lata- la que ayer nos dio pan y chorizo, ¿te acuerdas?
Sí que te acordabas. No te ibas a olvidar así nomás de la gordita, tan simpática, con sus ojos tan grandotes.
Caminando largo con el Chino al lado llegaste a la casa de la Chaskita, y fue ella la que salió a recibirlos con su enorme sonrisa.
-Pasen, pasen -melosa- ¿cómo estás Chinitoy? -besándolo- ¿quién es tu amigo? -agarrándote del brazo.
No le cuenta mucho el Chino. Que recién has llegado, que sabes poco y que eres fuerte.
-Y es nuevito -pícaro otra vez-. ¡Les va a gustar a tus clientes!
Miras al Chino sin entender nada. Piensas que bromea.
-Pero tiene que aprender -guiña el Chino.
-A ver pues -la Chaskita- lo vamos a probar -jalándote hacia su cuarto- ven...
-Lorito -diciendo el Chino.
-Lorito -repitiendo la mujer al abrazarte. ¿Qué más hizo allí en su cuarto? ¿Qué no querías? ¿Y ella te desvestía? Pero...
Saliste contento de la casa pero sin entender lo que pasaba. El Chino tampoco entendía pero estaba seguro de que era cuestión de suerte. Que hay lugares donde se paga para lo mismo. Que era rarito pero bueno, ¿no? Y a ti ya no te importa mucho. Total, la Chaskita es buena gente y te ríes con ella. ¡Claro! ¡Cómo ibas a saber! Tan buena la Chaskita.
-Demasiado miedoso el chango -mira con reproche al Chino- casi nos hace pescar -el Ringo.
Es que ni sabías cómo pedir un pesito y no pudiste distraer al que compraba entradas y el Ringo se enojó por eso y casi te pega, claro.
-Y el jailón tenía pinta de buena plata -estaba molesto el Ringo- ¡de billetera grande era! -también se enoja con el Chino.
-¡Vagos de mierda! ¡Con lo bien que los trata la COPRO!
El Chino estaba triste después de tu prueba pero no podían perder tiempo con lamentaciones, así que ahí mismo se fueron a lavar vidrios a los autos del Prado. Te gustaba estar cerca de ellos, acariciarlos, mirarlos y remirarlos con tus ojos tiernos, aguados de nostalgia... tal vez recordando... ¡Pasaban tan rápido y tan lejos! Los veías veloces, inalcanzables, perdiéndose en el polvo del camino. Los veías... Tus padres, tus padres también.
¿Ganaron bien esa tarde? ¿Llenaron el frasquito por el puente? ¿Pensabas que era para hacer fogatita en la noche? ¿Para colar unos cartones?
-Probá nomás -diciendo y alcanzándote la Tuerta- ¡vas a ver qué rico es!
Tú temiendo, no queriendo, resistiendo y ¡qué sensación! Tu garganta quemándose. Tu estómago ardiendo. Tus ojos cerrándose al cansancio. ¿Otra vez? Mucho mejor. Nada de hambre. Nada de frío. ¿Dormiste bien?
-¡Cuidado con ése... que no se escape!
¿La más buena? La más buena la Chaskita. Por eso fuiste una vez más a pedirle comida pero te dijeron que no estaba. Tal vez presa, tal vez enferma: no había venido a trabajar y que te dejes de fregar. Buscaste de inmediato al Chino para contarle. Cojo y balbuceante estaba en pleno trabajo a la puerta de la iglesia. Corrieron a la casa y tampoco la encontraron. La vieja de la esquina les dijo renegando, con voz de procesión.
-Se la ha llevado la policía -riñéndolos a ustedes- ¡Mujer de mala vida! -dice rencorosa y al mirarlos piensa que a ustedes también deberían agarrarlos- ¡Había estado enferma, contagiando la bandida!
Asustado el Chino, asustado tú, salieron corriendo y apenas solos a revisarse. ¡Maldita sea! ¡Era cierto! ¡A ver mirá! Con razón nadie la buscaba y era ella la que los buscaba a ustedes, la muy putísima.
-Seguro que la pescaron por engatusar a un jailón -odiando a la Chaska- ¡Maldita Chancrona! -cambiándole el apodo- que se pudra la perra -tocándose y mirando, rabiando el Chino- si la vuelvo a ver te juro que la mato, le meo en la cara hija de puta, ¡si será...!
Tú sin saber qué hacer, doliéndote hasta las manos de sólo mirarte, gimiendo tu desesperación.
-¡Y pensar que llegué sanito! ¡Maldita ciudad! -ayudando en maldiciones al Chino tu amigo.
-¡Qué vamos a ir al hospital! -con ira, rabia y odio el Chino-, de ahí nos llevan a la COPRO directo...
-¡Estamos jodidos Chinitoy! ¿Qué mierdas hacemos?
Arrastrando la mirada por el suelo, pateando basuras por la calle, suspirando un aire enrarecido, el Chino y el Lorito se van camino al centro. Ganarán algo por lo menos, quizás los dejen cuidar un auto, tal vez consigan lo que quieren. No es difícil, otras veces lo han hecho.
-¿Recuerdas la primera vez, Lorito? ¡Meses!
-Meses. ¡Tanto ya!
Pasa el tiempo. Silencioso, como dejándonos atrás y es él el que se va.
Viernes, estreno, autos a no acabar en la cuadra del cine Astor. La noche bulliciosa los observa buscar una tripita. Tú la tienes, Lorito, y también la botellita que irán llenando de gasolina. Saldrán del apuro. No sentirán hambre. Tendrán sonrisa. No llevas más el traje que tenías al llegar y usas zapatos de quién sabe dónde. Tienes las manos negras del betún porque sabes lustrar. Tienes tu caja con cepillos, cremas y trapos y trabajas. El Chino no, él hace lo único que sabe en todas las colas que encuentra. El cine, el fútbol, la alcaldía, el circo... ¿Mal? Mal no viven, aunque mastican el dolor de saberse enfermos. Recogen puchos y se sientan en la acera a descansar.
-Suerte encontrar rubio -habla, comenta, protesta el Chino- ahora que los pijes se han dedicado a fumar negro es una suerte.
Asientes en silencio.
-¡Y la Tuerta!!! -abres los ojos, te acuerdas, te asustas Lorito- seguro que la hemos contagiado...
-¡Y a los demás! -con el terror redondeando sus ojos te mira el Chino- ¡Nos jodió la Chancrona!
16 (APE).- En eficaz acción y en estricto cumplimiento de sus funciones, la policía tutelar del Consejo de Protección de la Familia y el Menor -COPROFAM- descubrió un atorradero donde pequeños delincuentes se drogaban con gasolina y clefa.
Los menores fueron inmediatamente trasladados al Hogar del Buen Señor donde recibirán adecuada atención a sus necesidades.
Entre ellos se detuvo, además, a una meretriz apodada la Tuerta cuya enfermedad parece haber contagiado a los indicados menores. La mujer fue puesta a disposición de las autoridades sanitarias de la Cárcel de Mujeres, quienes se encargarán de investigar la procedencia de dicha enfermedad que, según versiones oficiales, había sido totalmente erradicada de nuestro medio.
-¡Agarren a ese también!!! -gran despliegue de fuerzas, heroicos los policías.
-Tenemos que avisarle. Ojalá que esta noche vaya a la esquina -se sienta otra vez, taciturno el Chino.
Le importa poco. Lo que quiere es gasolina, o clefa, o lo que sea para olvidar a esa mierda de la Chancrona, nunca más Chaskita para nadie. Pero no puede evitar la opresión que siente en el estómago. Mira con pena a su amigo, se estará arrepintiendo de haber escapado, piensa tal vez el Chino, queriendo escapar él esta vez.
-Vamos -sacude su camisa, pisa la colilla, camina trabajosamente el Lorito- tal vez el Pancitas también esté contagiado.
Levanta su cuerpo el Chino y se van juntos, a pasos lentos y callados, hacia su esquina.
La Tuerta llora y putea.
-¡Cojudos de mierda! -pega, insulta, maldice al Lorito y al Chino que han llegado con la noticia- ¡Por su culpa de ustedes, cabrones! -se lleva el frasco a la nariz y aspira hondo, largo y profundo la Tuerta- Gracias.
Llora en silencio, esconde la bronca, se pierde en el adormecimiento que le llega de adentro. La tristeza ha hecho pesados sus estómagos vacíos pero logran derrumbar sus párpados. Hasta que una patada en la espalda despierta al Loco.
-¡Despierten piojosos! -es la ley que trabaja.
Apenas llegaron al Hogar del Buen Señor y ya estaban tratando de fugar. Azotes al primer intento, ayuno de dos días al segundo.
-COPROFAM está cumpliendo una gran labor -muy seria-, los niños se encuentran bajo vigilancia médica -risueña- la niñez está bien protegida en el país -sonriendo a los flashes, agradeciendo a la prensa con salteñas y cerveza, brindando la autoridad.
-¡Y para qué vamos a joder a estos chicos! -preguntando ingenuo Marcial Fuentes.
-¿Acaso no sabes que mañana llegan unos capos de no sé dónde? -encendiendo un cigarrillo, bostezando, aburrido el cabo- pero después los sueltan, Fuentes, no te preocupes, no hay plata para dar de comer a tantos... ¡Agarren a ese también!! -gritando el cabo, corriendo Marcial Fuentes- ¡Sí señor!
-Vámonos a la esquina -jadeando el Chino. La carrera ha sido larga y tiene sueño.
-¡Mana, mana! -negando, reprochando, miedoso- nos han de volver a agarrar -rezongando- ¡y habían sabido fregar con sus castigos! -con ganas de escapar, tú, pero ¿a dónde?.
-Cierto pues que es la primera vez que te atrapan -sonriente y de buen humor el Chino- pero tranquilo oyes, ya no nos han de joder hasta la próxima... el tiro es que nos den un campanazo, así desaparecemos de su vista ¡y listo! -optimista y haciendo planes-. Ven nomás... apúrate. Uno de los policías ya es mi amigo...
Abrazados, amigos como nunca, el Chino y el Lorito cortan la oscuridad con sus silbidos mientras se acercan a la esquina. Ahí está la Tuerta, sonriendo hacia adentro, sólo para ella. El Pancitas tiene su redonda cabeza sobre la espalda del Loco. Ustedes también se recuestan y buscan el frasco del sueño pero ya no queda nada. ¿Ninguno puede dormir? Estiras los periódicos y la luz ilumina una sonrisa. ¿Es una foto o eres tú que de mí te burlas?
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Roberto Laserna
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VIVIR ES EL ARTE DE ATRAVESAR ESPERANZAS. -R.M.J.