miércoles, 9 de marzo de 2011

Cuento de espanto

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Ayer la vi. No me lo van a creer.
Ayer me encontré con ella en el parque
por donde caminábamos a los veinte años.

Está igual que siempre.
En todo caso la muerte
la ha embellecido, la rejuvenece, la hace
adolecer de adolescencia.

Ya no tiene veintidós años,
sino dieciocho a lo sumo.

Quién penetra el misterio
de estos números y estos años,
su más tiempo de muerta que edad de viva.

Pero cómo ilumina los dos orbes
y es la estrella
del alba y el crepúsculo:
muchacha para siempre, también sombra
que nunca volverá de las tinieblas.

La vi de lejos y como es natural
me fue imposible dominar el impulso
de acercarme, verla de nuevo, implorarle:

"No sabes cómo te extraño.
No me resigno a perderte.
No te he olvidado."

Abrí la boca. No pude
pronunciar la menor palabra.

Me congeló la mirada
que sin decirlo decía:

"¿Cómo se atreve, señor?
¿No se ha visto al espejo?

¿No hay calendarios?

¿No toma en cuenta
las edades que nos separan?"

Y de este modo yo,
el aún vivo,
me convertí en el fantasma.
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José Emilio Pacheco


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VIVIR ES EL ARTE DE ATRAVESAR ESPERANZAS. -R.M.J.