miércoles, 9 de marzo de 2011

El caso Pirandello

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Lo que más me persuade del genio de Pirandello es la coincidencia del espíritu y de las proposiciones de su arte con la actitud intelectual y sentimental del mundo contemporáneo. Pirandello es un comprimido del mundo que saluda y admira en él a su primer dramaturgo. En la obra de Pirandello están todas las intuiciones, todas las angustias, todas las sombras, todos los resplandores, del "alma desencantada" de la civilización occidental. Y esto basta como prueba de su genialidad. El gran artista se caracteriza siempre por su aptitud espontánea para reflejar un estado de ánimo y de conciencia de la humanidad.



Pirandello pertenece a un mundo que, —como se ha dicho a propósito de la actual literatura francesa— anda "en busca de su yo perdido". El escepticismo, el relativismo, el subjetivismo filosófico de este mundo tienen, tal vez, en el arte de Pirandello su nota más exaspera- da y más patética. En Pirandello se encuentran los elementos esenciales de la filosofía y del arte de hoy. A tal punto que, incontestablemente, este escritor sexagenario y siciliano resulta, en verdad, mucho más moderno que el explosivo y futurista Marinetti y toda su escuela. Mientras el modernismo de Marinetti se contenta casi con descubrir, como motivos estéticos, el automóvil, el transatlántico y el aeroplano, el modernismo de Pirandello consiste en su facultad de registrar las más íntimas corrientes y las más profundas vibraciones de su época.



Su relativismo emparenta el arte de Pirandello con la filosofía de Vaihingher y la física de Einstein. Su suprarrealismo —que en sus obras no es una teoría, ni una tendencia, sino una inconsciente y magnífica realización— lo coloca en el sector más nuevo de la literatura. Y así, bajo otros diversos puntos de vista, su arte aparece naturalmente conectado con las más sustantivas expresiones del espíritu occidental contemporáneo.


Uno de los aspectos de Pirandello —que, sin duda, merece la atención de los estudiosos de psicología— es, por ejemplo, el fondo freudista de su arte. En cuentos escritos con anterioridad a la lectura de Freud, el genial autor de Ciascuno a suo modo se complacía en extraer del oscuro juego de reacciones de la subconciencia, los móviles y los impulsos de sus personajes. Las últimas obras de Pirandello —Ciascuno a suo modo verbi gratia— denuncian una influencia directa de Freud. Pero un freudismo intuitivo aparece en Pirandello en los cuentos que escribió mucho antes de devenir un literato célebre.



Y ya que me refiero a sus cuentos, quiero subrayar sus méritos de cuentista. A Pirandello lo ha revelado al mundo su teatro. Pero, según el juicio de muchos autorizados críticos, es en sus cuentos donde Pirandello ha logrado sus más altas creaciones artísticas. "Más allá de las fronteras italianas —escribe Marziano Bernardi— el interés cada vez más vivo que suscita la obra de Pirandello, se dirige casi exclusivamente a su teatro. Yo desearía conocer el número de los que, entre los que en New York aplaudieron frenéticamente este año Enrique IV y Seis Personajes en busca de autor, sabían que nuestro dramaturgo tiene en su activo, además de seis novelas y un volumen de crítica sobre el humorismo, alrededor de cuatrocientos cuentos escritos, y en parte publicados, desde 1890. Y es tal vez de entre estos cuentos que conviene buscar lo que hay de mejor en el arte de Pirandello".



No es de la misma opinión Adriano Tilgher, eminente crítico italiano que, como el mismo Bernardi lo remarca, "considera el paso de Pirandello del cuento y de la novela a la obra teatral como un progreso, por el hecho de que el autor ha conseguido asir eh sus relaciones dramáticas motivos que, antes, yacían inertes en el conjunto de su obra artística". Mas, de toda suerte, lo evidente es que en las novelas y cuentos de Pirandello no sólo se halla, íntegramente, los más preciosos materiales de su teatro, sino que se identifica, admirablemente realizadas, las ideas ejes de sus comedias. Se podría decir que Pirandello ha realizado muchas veces en el cuento lo que, más tarde, sólo ha intentado en el teatro.



La edición completa de los cuentos de Pirandello ha sido emprendida hace más o menos tres años por la casa editorial R. Bemporad de Florencia. La serie dará veinticuatro tomos. (Pirandello la titula: Novelle per un anno). He leído los cinco primeros. Y he sentido en ellos el mismo potente soplo, la misma honda inspiración que en Vestire gli ignudi o Come prima, meglio de prima, dos de las máximas obras teatrales de Pirandello. Como escribe en el estudio que ya he mencionado Marziano Bernardi, "nadie sabe como Pirandello, con tan magnífica limpidez, en diez líneas hacer vivir a un hombre, en una página hacernos vivir una vida, en un solo cuento grabarnos en el espíritu su personalidad de artista imposible de confundir con ninguna otra".



Ningún crítico habría acertado, sin embargo, hace diez años a predecir el porvenir de éxito y de gloria que, a tan breve plazo, estaba reservado al novelista de El difunto Matías Pascal. En su hora, esta novela no pareció absolutamente destinada a preludiar la carrera de un literato genial. Eran aun los tiempos de la hegemonía del más chato naturalismo en la literatura europea y, por ende, también en la italiana. El argumento de la novela pirandelliana fue tachado de inverosímil. Tacha que, justamente, ha dado a Pirandello, después de largos años, la más gozosa de sus revanchas, la de publicar como apéndice en la última edición de su novela una "advertencia sobre los escrúpulos de la fantasía" al pie de la cual copia un suelto de crónica del Corriere della Sera que da cuenta de un hecho absolutamente idéntico al que el gusto del público, estragado por los manjares naturalistas, encontró inverosímil en El difunto Matías Pascal.



Pirandello, en este apéndice, se burla agudamente de los críticos literarios que juzgando una novela, un cuento o una comedia, condenan éste o aquel personaje, ésta o aquella representación de hechos o de sentimientos, no en nombre del arte como sería justo, sino en nombre de una humanidad que parece que ellos conocieran a perfección, como si realmente en abstracto existiese, fuera de la infinita variedad de hombres capaces de cometer todas las absurdidades que no tienen necesidad de parecer verosímiles porque son verdaderas". Para ensañarse contra una crítica y un público indigestados de literatura seudo-realista le sobra razón a este artista. El prejuicio por lo verosímil ha sido, por mucho tiempo, lo que más lo ha dañado en sus relaciones con el público.



Hoy es ya otra cosa. El público europeo ha perdido, poco a poco, el gusto del viejo naturalismo. Son todavía muchos los que reaccionan contra el arte de Pirandello. Pero no ya por lo inverosímil sino por lo inhumano o cerebral de sus personajes. Pirandello, como muy certeramente lo observa Homero M. Guglielmini, —en el sustancioso ensayo El teatro del disconformismo publicado en la revista Valoraciones de La Plata— contraría, además, uno de los más arraigados hábitos del público: el de asistir en el teatro a un conflicto de caracteres y de tipos. "El arte del retrato, de la biografía, del tipo —escribe Guglielmini— ha sido sustituido ahora por un arte precisamente contrario, promovido por advenimiento de un sentido de la vida hasta hoy inédito. El lado variable e irreversible de las cosas, el aspecto fluyente de la vida —lo transitorio y lo concretó— cobran un relieve singular, bajo el cual queda inmersa aquella permanencia y perennidad gratas al pensar platónico". El teatro de Pirandello niega el carácter. Niega su continuidad. Niega su coherencia. Pirandello, al revés de los dramaturgos pasados, nos presenta en sus piezas al no-carácter.



Ya no se dice que sus personajes son inverosímiles; pero sí que son personajes de excepción, sin humanidad. ¿De excepción? Bueno. Pero sin humanidad, no. En todo caso, explicando este aspecto de Pirandello con una paradoja, se podría decir que sus personajes son de una inhumanidad muy humanos. Lo que sacude demasiado los nervios del espectador o del lector es lo exasperado, lo exacerbado de todas las cosas en Pirandello. Tampoco se acomoda la mentalidad del lector o del espectador al juego de Pirandello de oponer a la ficción de la realidad la realidad de la ficción.



Arte de una decadencia, arte de una disolución; pero arte vigoroso y original el de Pirandello es, en el cuadro de la literatura contemporánea, el que más debate merece. Es la traducción artística más fiel y más potente del drama del "alma desencantada".
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José Carlos Mariategui
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VIVIR ES EL ARTE DE ATRAVESAR ESPERANZAS. -R.M.J.