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Aquel no era un domingo cualquiera del año 67. Era un domingo de clásico. El club Santa Fé definía el campeonato contra el Millonarios, y toda la ciudad de Bogotá estaba en las tribunas del estadio. Afuera del estadio, no había nadie que no fuera paralítico o ciego.
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Ya el partido estaba terminando en empate, cuando en el minuto 88 un delantero desl Santa Fé, Omar Lorenzo Devanni, cayó en el área, y el árbitro pitó penal. Devanni se levantó, perplejo: aquello era un error, nadie lo había tocado, él había caído porque había tropezado.
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Los jugadores del Santa Fé llevaron a Devanni en andas hasta el tiro penal. Entre los tres palos, palos de horca, el arquero aguardaba la ejecución. El estadio rugía, se venía abajo.
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Y entonces Devanni colocó la pelota sobre el punto blanco, tomó impulso y con todas sus fuerzas disparó muy afuera, bien lejos.
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Eduardo Galeano
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