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Hay una noche,
Un tiempo hueco, sin testigos,
Una noche de uñas y silencio,
Páramo sin orillas,
Isla de hielo entre los días;
Una noche sin nadie
Sino su soledad multiplicada.
Hay una noche,
Un tiempo hueco, sin testigos,
Una noche de uñas y silencio,
Páramo sin orillas,
Isla de hielo entre los días;
Una noche sin nadie
Sino su soledad multiplicada.
Se regresa de unos labios
Nocturnos, fluviales,
Lentas orillas de coral y savia,
De un deseo, erguido
Como la flor bajo la lluvia, insomne
Collar de fuego al cuello de la noche,
O se regresa de uno mismo a uno mismo,
Y entre espejos impávidos un rostro
Me repite a mi rostro, un rostro
Que enmascara a mi rostro.
Frente a los juegos fatuos del espejo
Mi ser es pira y es ceniza,
Respira y es ceniza,
Y ardo y me quemo y resplandezco y miento
Un yo que empuña, muerto,
Una daga de humo que le finge
La evidencia de sangre de la herida,
Y un yo, mi yo penúltimo,
Que sólo pide olvido, sombra, nada,
Final mentira que lo enciende y quema.
De una máscara a otra
Hay siempre un yo penúltimo que pide.
Y me hundo en mí mismo y no me toco.
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Octavio Paz
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